DEL SUFRIMIENTO DEL PUEBLO HASTA LA REBELDÍA METAFÍSICA, PASANDO POR UN ESCEPTICISMO DESESPERADO
Enrique Santos Discépolo (1901-1951) fue uno de los poetas mayores del tango, su obra expresa un dolor y una rebeldía frente al sufrimiento del pueblo y a la inclemencia del mundo, que le llevaron a un escepticismo que se puede calificar de desesperado, y hasta a una intensa duda metafísica.
Impregnado del teatro del "grotesco rioplatense" en el que actuó (antes de pasar a ser el gran poeta del tango que se sabe) al lado de su hermano Armando, gran dramaturgo del género, Discépolo evoca, con su estilo especifico, el sufrimiento del pueblo en aquellos barrios cantados especialmente por Alfredo Le Pera (Melodía de arrabal), Homero Manzi (Barrio de tango, Sur), Eladia Blázquez (El corazón al sur), y describe a personajes y situaciones representativos de aquellos entornos populares muy pobres.
Recordemos que Discépolo decía: "Una canción popular debe ser el problema de uno padecido por muchos".
En las citas a continuación, se pone entre [ ] el significado de algunos lunfardismos, para facilitar la comprensión de hispanohablantes más allá del Río de la Plata.
En Cafetín de Buenos Aires (1948 - música Mariano Mores), nos pinta la atmósfera de uno de esos lugares de vida social intensa y, después de presentarlo como una escuela de vida para el narrador adolescente (muy posiblemente el mismo Discépolo, huérfano de padre y madre desde pequeño), nos cuenta
En tu mezcla milagrosa
de sabihondos y suicidas,
yo aprendí filosofía...
dados... timba ...
y la poesía cruel
de no pensar más en mí.
… y nos presenta a tres personajes típicos del entorno
José, el de la quimera...
Marcial, que aún cree y espera...
y el flaco Abel que se nos fue
pero aún me guía…
Pero mucho antes, y además con esta canción inició su carrera, en Qué vachaché (1926 - letras y música) nos canta la exasperación de una mujer del pueblo contra su compañero, lo que es en el fondo ante todo una expresión de su desesperación y de su rebeldía (¡bien discepoliana!) frente a la miseria.
Lo que hace falta es empacar mucha moneda,
vender el alma, rifar el corazón,
tirar la poca decencia que te queda...
Plata, mucha plata, yo quiero vivir...
Así es posible que morfés [que comas] todos los días,
tengas amigos, casa, nombre...y lo que quieras vos.
El verdadero amor se ahogó en la sopa:
la panza es reina y el dinero Dios.
En El choclo (1948 - música Ángel Villoldo), evoca la miseria de forma elíptica y metafórica:
…
con este tango nació el tango,
y como un grito
salió del sórdido barrial
buscando el cielo
…
mezcla de rabia, de dolor,
de fe, de ausencia
…
e introduce la violencia:
…
¡Misa de faldas, querosén,
tajo y cuchillo,
que ardió en los conventillos
y ardió en mi corazón.
También evoca en Qué "sapa" Señor (1931 - letras y música) la incomprensión dolorosa de un hombre frente a los motines en las calles de Buenos Aires: ¿el mismo Dicépolo que indiscutiblemente se compadecía del sufrimiento popular no compartiera ciertas formas de acción política? ¿Paradoja o más bien complejidad de un humano en busca de comprensión del mundo?
La tierra está maldita
y el amor con gripe, en cama.
La gente en guerra grita,
bulle, mata, rompe y brama.
Al hombre lo ha mareao
el humo, al incendiar,
y ahora entreverao
no sabe dónde va.
Voltea lo que ve
por gusto de voltear,
pero sin convicción ni fe.
… y más adelante
Hoy todo Dios se queja
y es que el hombre anda sin cueva,
volteó la casa vieja
antes de construir la nueva...
Terminemos el tema del sufrimiento del pueblo con el famoso, e inspirado por su propia experiencia, ¡Yira! ¡Yira! (1930 - letras y música), en el que clama la desesperación de un hombre en paro, a quien nadie quiere ayudar.
Cuando la suerte qu'es grela [zorra],
fallando y fallando
te largue parao;
cuando estés bien en la vía,
sin rumbo, desesperao;
cuando no tengas ni fe,
ni yerba [mate] de ayer
secándose al sol;
cuando rajés los tamangos [rompas los zapatos]
buscando ese mango [moneda]
que te haga morfar [comer]....
la indiferencia del mundo
-que es sordo y es mudo-
recién sentirás.
Estas citas dan una idea de la hipersensibilidad de este hombre, y por ende de su verdadera impregnación con el dolor del pueblo y la injusticia del mundo, que alimentaron la reflexión constante y profunda del que llamaron "el filósofo del tango" (que se podría completar en "el filósofo rebelde del tango"), llevándole desde muy joven al escepticismo desesperado mencionado en el título.
Los cuatro primeros versos de Qué vachaché (véase más arriba), son un ejemplo precoz de esto (Discépolo tenía 28 años).
También el famosísimo estribillo de Yira Yira expresa su desesperación, sin rodeos y sin figuras retóricas:
Verás que todo es mentira,
verás que nada es amor,
que al mundo nada le importa...
¡Yira!... ¡Yira!... [vete, vaga]
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor.
Pero su tango emblemático en este aspecto queda siendo su obra maestra Cambalache (1934 - letras y música), en la que la alegoría del cambalache lleva la quintaesencia de su escepticismo y de su pesimismo, con un tono de rebeldía.
En este tango va más allá del rencor en tiempo de crisis económica, exponiendo una verdadera reflexión intemporal sobre la sociedad, su injusticia, la ley del más fuerte, o más bien del más inmoral y más retorcido.
Citemos la parte B, particularmente representativa de su escepticismo:
¡Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor!...
¡Ignorante, sabio, chorro [ladrón ],
generoso o estafador!...
¡Todo es igual! ¡Nada es mejor!
¡Lo mismo un burro
que un gran profesor!
No hay aplazaos, ni escalafón,
los inmorales nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro afana [roba] en su ambición,
¡da lo mismo que sea cura,
colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón!...
Sin olvidar el grito final de desengaño y desesperación:
Es lo mismo el que labura [trabaja]
noche y día como un buey,
que el que vive de los otros,
que el que mata, que el que cura,
o está fuera de la ley...
Llegados a este punto, tenemos una visión del sufrimiento íntimo de este poeta esencial del tango, y podemos comprender que su desesperanza lo llevara a la duda, o más bien a una rebeldía metafísica, cuya máxima expresión está en Tormenta (1939 - letras y música), el tercer poema de la "Trilogía del rebelde", expresión que introduje en mi libro (Poesía de luna y tango – ed. Universo de letras, p. 526), para agrupar Yira Yira, Cambalache y Tormenta, tres tangos publicados -¡letras y música! - en la "década infame".
Expresa una vez más su pesimismo acerca de la humanidad, pero aquí con un tono de pérdida de la fe, frente a la injusticia del mundo, preguntando a Dios si los buenos y los creyentes serían los vencidos…
Es un grito desesperado, y casi blasfemador, de uno que lleva dentro de sí una verdadera tormenta, como lo clama desde los primeros versos
¡Aullando entre relámpagos,
perdido en la tormenta
de mi noche interminable, ¡Dios!
busco tu nombre...
…
Y la parte B lo dice todo de su rebeldía metafísica
Si la vida es el infierno
y el honrao vive entre lágrimas,
¿cuál es el bien...
del que lucha en nombre tuyo,
limpio, puro?... ¿para qué?...
Si hoy la infamia da el sendero
y el amor mata en tu nombre, ¡Dios!,
lo que has besao...
El seguirte es dar ventaja
y el amarte sucumbir al mal.
Con este breve recorrido, espero haber ilustrado algunos aspectos esenciales del pensamiento y del arte de este hombre de talento excepcional , pintor de la sociedad de la primera mitad del siglo XX de su país, con una profundidad que le permite alcanzar un área mucho más amplia que la de un país y una época.
Es interesante recalcar que, al menos en estos extractos, el lenguaje es más bien directo y explicito, con relativamente pocos recursos retóricos, a la diferencia de otros eminentes poetas del género. No obstante, la fuerza de las ideas, la teatralidad de las descripciones y la intensidad de los sentimientos evocados cautivan y conmueven, máxime que se conjugan con los ritmos del tango y las melodías.
El hecho que la mayoría de estas fueran compuestas por él mismo amplifica la interpenetración entre la música y las letras, o sea la magia del tango-canción, en otros términos, su "duende"(1)
(1)Duende: no se trata aquí de los diablillos de ciertas mitologías populares, sino de la fuerza y la inspiración que posee a veces a los artistas. El diccionario de la Academia española lo define como "Encanto misterioso e inefable" y da como ejemplo "El duende del cante flamenco". Federico García Lorca escribió un minúsculo pero extraordinario libro donde lo describe y lo ilustra, sin jamás definirlo, ¡pero con duende!: "Juego y teoría del duende".
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